El nombre de este blog pasó por una metamorfosis antes de ser lo que ahora es. Y para contarles un poco más del porqué del actual nombre, primero debo contarles un poco más acerca de mí.
La mayoría de personas que me conocen piensan que me encanta la fiesta. No se equivocan. Sin embargo, hay un concepto implícito que la mayoría de gente tiene en sus esquemas mentales. O eres sociable o eres reflexivo. O te gusta salir a bailar o eres alguien que lee. O blanco o negro. La dicotomía en la que una característica tuya invalida o excluye otra de tus características.
Toda mi niñez viví rodeado de mujeres en casa. Siempre viví con mi hermana y mi mamá. Por parte de mi padre, tengo 3 primas, por parte de mi madre, 4 primas y un primo (que es menor que yo). Más o menos una mezcla de jugar a la casita con ellas por las mañanas, y convencerlas con mi primo de jugar videojuegos en las cabinas de internet por la tarde. Media hora, cincuenta céntimos. Una hora, un sol.
Imagino que ésa es la razón por la cual desarrollé un lado más sensible que -considero- algunos de mis amigos. Lo cual asocio de alguna forma con ser alguien reflexivo y analítico.
Mis padres están divorciados, pero conservan una amistad. Y aunque no se mantuvo así siempre, mi padre nos solía visitar a mi hermana y a mí en casa desde que éramos pequeños.
Con estas visitas fue mi viejo quien me inculcó el hábito por la lectura. Él siempre compraba libros y me los regalaba. Años después, irónicamente, descubrí que él no los leía, y si los comenzaba, no los terminaba. Sólo me los obsequiaba en sus esporádicas visitas a casa. Él quería que yo sea alguien que lea. Y lo que derivó, eventualmente, en que me convierta en alguien que escriba.
¿Les comenté que vivía sólo con mujeres? Pues, no más. Comencé a vivir con dos brasileños (por algún tiempo hasta tres) en Hungría a mediados del 2017, después de haber estado haciendo un voluntariado por un par de meses en el norte de Argentina.
La calle del primer apartamento en el que viví en Hungría se llama Lovag utca. lo que se traduce al español como Calle Lovag. Lovag, a su vez, significa “caballero” en húngaro. Coincidentemente -y sin aún saber el significado de la palabra- muchas veces denominamos nuestro apartamento como “el castillo”.
El castillo, donde entre cervezas, pálinka, vino, conversaciones de domingo, jugar cartas por la noche, fiestas, cafés por las tardes, discusiones, quejas de los vecinos, almuerzos para tres, para uno, o para cuarenta, conversaciones sobre las novias, las exs y la familia, donde aparece los primeros esbozos del proyecto de este blog. En la Calle del Lovag.
Soy un fiel creyente -y también beneficiario- de los efectos en cadena producidos a través de una historia. Del detonante preciso, en el que se puede transformar, y que muchas veces necesitamos.