Dos de la tarde después del almuerzo de un lunes en la empresa. Hora del burro u hora de la siesta, como dirían mis amigos venezolanos o argentinos. En el ala izquierda, un economista y un ingeniero responden llamadas de atención al cliente en un call center, en el ala derecha una graduada de literatura finaliza el reporte contable para el departamento financiero para el que trabaja.
A la misma hora, en mi oficina, dedos de sociólogo golpean el teclado de la computadora para insertar montos que registran la contabilidad de nuestro cliente.
Horas más tarde el monitor me observa y se pregunta qué es lo que yo registraré.
Hace años, la gente en general, tenía en mente una sola receta de realización personal (¿O tal vez debería ser llamada realización social?) que ha ido mutando a través del tiempo.
Gracias a distintas versiones del humanismo y a la globalización hoy somos capaces, -y si no, al menos conscientes- de diferir que existen no uno, sino varios ingredientes y combinaciones de ellos para el éxito.
Este cambia de persona a persona, y sorprendentemente, también de época en época.
Contextualizando un poco y mostrándolo de manera más subjetiva (porque sí, lo es). Hace siglos el participar en una cruzada y representar a una nación hubiese sido sinónimo de gloria y honor; tal vez en estos tiempos, en un contexto más altruista, proteger los derechos humanos de una población en un país en desarrollo, simbolice lo mismo en términos de éxito.
En realidad recojo esta idea de los libros Sapiens y Homo Deus, de Yuval Noah Harari (Totalmente recomendados).
Llevándolo a la práctica, a las empresas, a centros de trabajo en general, ¿y por qué no a los viajes y a nuestra vida personal? Una habilidad a desarrollar actualmente es la de desarmar, diseccionar y analizar los elementos de los escenarios de los que formamos parte –queramos o no- y ser capaces de tomar lo que más nos sume en el presente y a futuro.
Existen situaciones que nos van a quitar una sonrisa, otras que nos resulten desagradables. Es así como es.
Y si bien considero la determinación y disciplina como buenos catalizadores para alcanzar una meta, no excluye el que como seres humanos podamos también abrazar tragedias y percances que irrevocablemente van a formar parte de nuestro existir, a veces, y la mayoría de las veces, de tragedias y percances diarios.
La vida en sí es un aprendizaje constante. Y retrospectivamente, toda situación no es tan difícil como lo pensamos en un momento inicial, puede resultarnos en el presente hasta cómica.
El monitor me sigue observando. Mi registro no fue uno financiero y no sigue una secuencia numérica. Pero desenreda -y por ratos enreda- una coyuntura de la que formamos parte. Que lo hayan disfrutado.
Sziasztok, barátaim.